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lunes, 15 de junio de 2009

Lecturas

No voy a repasar la índole de las interpretaciones que se me ocurrió dedicarle en el lento decurso que posibilitó que comenzara -un comienzo que nunca termina- a ser padre de sus hijos y no el quejoso hijo de un padre despótico. Y alguna vez aparecieron lágrimas por el humanizado padre perdido, y alguna vez encontró la instancia paterna. Y lo patológico de un duelo constante, interferido obsesivamente por innúmeras formaciones reactivas, dejó cierta luz para que el padre de familia, esposo de su mujer, tomase precarias cartas en el asunto de su vida. / Carlos D. Pérez. Tiempo de despertar.

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